CARIBELLA

Cultura

Una escultura que grita: ¡Salvemos el océano!

En el corazón de West End, Roatán, se alza una estructura que no solo desafía la imaginación, sino que también lanza un llamado urgente a la conciencia colectiva: una majestuosa tortuga marina de cemento y fibra de vidrio que mide 102 pies de largo y 46 de ancho. Esta no es una escultura cualquiera. Es un edificio-homenaje, una obra de arte empírica con alma isleña, creada por Víctor Carbajal junto a su esposa Julie Wood, en lo que ya se reconoce como uno de los símbolos arquitectónicos más originales del Caribe hondureño.

Victor Carbajal junto a Julie Wood en los avances del proyecto.

Víctor, electricista y técnico en refrigeración de profesión, no es artista plástico ni arquitecto. Pero desde niño, una frase dicha por su maestro de tercer grado sembró en él la semilla del propósito: “Siempre deben hacer algo importante para la sociedad, para el mundo en donde vivimos”. Esa idea lo acompañó durante décadas, hasta materializarse el 14 de julio de 2014, cuando colocó los primeros cimientos de su tortuga gigante.

Una obra con propósito

Su fachada, una verdadera obra de arte.

Durante cinco años, Carbajal y su esposa trabajaron contra la corriente de las críticas, construyendo en silencio lo que muchos consideraban un capricho sin sentido. No sabían que cada columna con nudos marinos, cada curva del caparazón, y cada centímetro de fibra de vidrio estaba pensado para romper la indiferencia y despertar conciencia sobre el ecosistema marino.
Este edificio, afirma Carbajal, es:

  1. Una advertencia visual sobre la crisis ambiental que enfrentamos.
  2. Un tributo a las comunidades costeras de Honduras.
  3. Un recordatorio del poder del arrecife mesoamericano.
  4. Una prueba de que los sueños hondureños también se construyen… con cemento, fibra de vidrio y determinación.

Más allá de la tortuga: Innovadores proyectos

El espíritu inquieto de Víctor Carbajal no se detiene. Entre sus iniciativas más recientes, destaca la creación de un ataúd refrigerado y portátil, único en Honduras y posiblemente en Centroamérica. Diseñado para enfriar un cuerpo en dos horas y congelarlo completamente en siete, es una innovación con proyección internacional que ya está en uso y en proceso de patente.

Otro proyecto lo conecta de nuevo con el medio ambiente: un catamarán recolector de basura con una bolsa metálica, diseñado para involucrar a los estudiantes en estudios comunitarios sobre el manejo de residuos. Una manera creativa de unir educación, tecnología y acción ecológica.

Y en la esfera cultural, Carbajal trabaja junto al director de la Casa de la Cultura de Roatán, Jhon Manzanares, en un programa en las diferentes plataformas digitales de relatos verídicos de la isla, para preservar la memoria oral y el imaginario colectivo isleño.

Víctor Carbajal.

Como si fuera poco, ya tiene listo el guion de un documental titulado “La isla que llora lágrimas de lodo”, una reflexión dolorosa y urgente sobre la erosión del suelo en Roatán y el impacto humano en sus ecosistemas.

Un mensaje que resuena

La historia de Víctor Carbajal es un recordatorio de que las grandes obras no siempre nacen de grandes títulos, sino de grandes propósitos. Su tortuga, inmensa y silenciosa, no solo decora el paisaje de West End en el Hotel Los Corales, sino que narra, piedra a piedra, lo que significa amar una isla, soñar en grande y actuar con responsabilidad.

Porque como él bien dice: “Lo diferente debe aceptarse como algo original”. Y Roatán, sin duda, lo es.

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