Emec Cherenfant: Belleza que reconstruye vidas
Desde pequeño, el reconocido doctor Emec Cherenfant ya sabía cuál sería su destino. Mientras sus hermanas jugaban con muñecas, él las desarmaba cuidadosamente, imaginando ser un cirujano. Hoy, con décadas de trayectoria en sus manos, no solo ha transformado cuerpos, sino también vidas, rompiendo estigmas y humanizando una especialidad muchas veces malinterpretada.

“Soy músico de profesión y médico por accidente”, dice con una sonrisa. Pianista y amante del arte en todas sus formas, el doctor Emec encontró en la cirugía plástica el punto exacto donde la ciencia se convierte en arte. Esa sensibilidad estética y de reconstrucción, cultivada entre conservatorios musicales y pasión artística, es la que traslada cada día al quirófano.
Trayectoria con muchos logros

Muchos lo conocen como “el Doctor 504”, otros como el pionero que realizó el primer reimplante de una mano en Honduras, el 31 de marzo del 2004. Un logro quirúrgico que dio la vuelta al mundo y fue aplaudido en el Congreso Mundial de Cirugía de Mano en París. Pero más allá de los titulares, lo que define a Emec es su visión profundamente humana de la cirugía plástica: “No somos dioses. Pero sí podemos ayudar. Y si algo no queda como se esperaba, siempre se puede corregir”.
En sus más de 25 años de carrera, operando semanalmente a decenas de pacientes en el IHSS y en el ámbito privado, ha visto de todo: personas que buscan una reconstrucción tras un cáncer, sobrevivientes de accidentes, y también hombres y mujeres que simplemente desean verse mejor. Porque para él, la cirugía no tiene estrato social ni género. “Mi meta desde que regresé a Honduras en 1997 fue popularizar la cirugía plástica. Que la señora del mercado con su delantal también pueda acceder a una operación de calidad”.
Rompiendo los tabúes

Aunque el imaginario colectivo asocia su especialidad a lujos y frivolidades, el doctor Cherenfant insiste en recordar que se trata, ante todo, de una medicina reconstructiva. “Hay quienes me han dicho que estoy deshaciendo la creación de Dios al ponerle senos o glúteos a una mujer. Pero no dicen lo mismo cuando reconstruimos un rostro quemado o reparamos el cuerpo tras una mastectomía”.

El tabú, sin embargo, ha ido cayendo. En los últimos años, el número de hombres que se realizan cirugías estéticas ha crecido exponencialmente. Honduras se acerca cada vez más a países como Brasil, Costa Rica o República Dominicana en términos de demanda masculina. Y eso, según el doctor, tiene mucho que ver con la normalización pública, como cuando Don Francisco mostró su cirugía en televisión.
El médico que vio a la princesa Diana por última vez

La historia de la princesa Diana está rodeada de luz, controversia y tragedia. Su muerte en París, el 31 de agosto de 1997, conmovió al mundo entero. Lo que pocos saben es que un médico residente en Honduras fue parte silenciosa de sus últimas horas. El cirujano plástico Emec Cherenfant, nacido en Haití, formado en París y más tarde radicado en Tegucigalpa, atendió a Lady Di momentos antes de su muerte.

Aquella madrugada, el doctor Cherenfant recibió una llamada del hospital Pitié-Salpêtrière, donde se encontraba de guardia como parte del equipo de cirugía plástica. Le informaron que había ingresado una paciente tras un accidente automovilístico. Al llegar, comprendió que no se trataba de cualquier caso. La mujer que yacía en la camilla era Diana Spencer, princesa de Gales.

Según su testimonio, la examinó cuidadosamente. Diana presentaba algunos rasguños en el rostro, sin heridas que requirieran intervención plástica. Sin embargo, al preguntarle cómo se sentía, ella respondió que sentía un fuerte dolor en el pecho. Fue esa frase, dicha con serenidad, la que encendió la alerta. Cherenfant no detectó lesiones externas significativas, pero comprendió que el problema estaba dentro. Derivó el caso al equipo de cirugía general, quienes confirmaron un trauma torácico severo.

Poco después, la princesa fue llevada al quirófano. El doctor Cherenfant recuerda que no volvió a hablar después de su evaluación. Fue posiblemente una de las últimas personas en escucharla con vida. Diana no despertó de la anestesia. Su corazón se detuvo a las 4:00 de la madrugada.
Precios reales

En su consulta, la realidad es tan diversa como el país mismo. “No cobro lo mismo a un político o una figura pública que a una persona humilde que llega a pie”, comenta. Los precios varían según el paciente y su situación. “Uno aprende a leerlos, a ofrecerles un paquete adecuado. Porque lo que buscamos no es lucrar, sino ayudar con dignidad”.
Para las personas con la posibilidad adquisitiva para costearlo las principales operaciones en nariz, abdomen, gluteos, entre otros rondan de 40 mil a 80 mil lempiras, solo en Tegucigalpa, mientras en San Pedro Sula pueden costar el doble, aunque con la misma calidad aseveró.
Psicología en la cirugía
Eso sí, la cirugía plástica no es para todo el mundo. “Hay personas que no quieren una nueva nariz; quieren una nueva vida. Mujeres que piden las caderas de Jennifer López, hombres que desean parecerse a Brad Pitt… eso no se resuelve con bisturí. A veces hay que decir no. En otros países, incluso, se exigen pruebas psicológicas antes de operarse”.
Entre sus casos más curiosos, recuerda a una mujer que lloró al verse tras una rinoplastia. “Yo sentía que había sido una de mis mejores narices, pero ella no lo soportaba. Regresó cinco meses después pidiéndome disculpas”. También ha rechazado intervenciones inverosímiles: como la de una persona que le pidió cambiar sus huellas dactilares, algo “que ningún cristiano debería hacer”, afirma.
¿Confesó a quienes operó?

A pesar de su discreción, una figura pública que sí ha hablado abiertamente de su experiencia con el doctor Emec es la periodista Ariela Cáceres, quien confesó públicamente haberse operado con él y agradeció el gesto, ya que no le cobró “ni un solo lempira”.

Cabe resaltar que el Doctor 504 por ética y respeto no brindó ningún nombre de personalidades de la farándula y superó el micrófono de Caribella que aplaude esa decisión de prudencia.

Hoy, con una hija que estudia en Francia para seguir sus pasos, el legado del doctor Emec Cherenfant continúa expandiéndose. No solo en cada cirugía, sino también en cada prejuicio derrumbado, en cada vida reconstruida, y en esa firme idea de que la medicina, como el arte, puede y debe estar al servicio de todos.
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