David Williams: El primer bisturí con alma isleña
En la historia médica de Roatán hay un antes y un después con el nombre del Dr. David Gerardo Williams. Su trayectoria no solo representa un hito profesional —como el primer especialista en cirugía nacido en la isla—, sino también una historia profundamente humana de vocación, esfuerzo, gratitud y compromiso con su gente.
Criado entre pasillos de hospitales, gracias al ejemplo de su madre microbióloga, David creció observando la ciencia desde adentro. Fue en su segundo año de medicina cuando el destino lo cruzó con el Dr. Saba, quien organizaba brigadas quirúrgicas en las que David participó de manera activa.
Su primera cirugía fue una tiroidectomía, y ese momento marcó su vida para siempre: “Fue amor a primera vista”, recuerda. Desde entonces, su pasión por la cirugía solo ha crecido, moldeada por mentores como la Dra. Sánchez, el Dr. Leonard Rodríguez —a quien le atribuye el 80% de sus conocimientos quirúrgicos—, y por las incontables horas de entrega en quirófanos de San Pedro Sula y más allá.
Entre bisturíes, desafíos y sueños

Convertirse en cirujano en Honduras no es tarea fácil. Los cupos son limitados y el camino está lleno de retos, pero David Williams persistió. “Lo logré en mi segundo intento y varios de mi generación ahora somos especialistas”, relata con orgullo. Hoy, además de ser un profesional de excelencia, también es gestor de un centro médico quirúrgico en la isla, fundado junto a su amigo de toda la vida, Josué Molina, y con el incondicional apoyo de su madre. La motivación surgió de las carencias vividas, pero también del deseo de ofrecer a la población un servicio con ética, calidez y calidad.
“La visión es crecer, ofrecer todos los servicios quirúrgicos necesarios sin que la población tenga que salir de la isla. Y mi sueño más grande: implementar un programa de trasplante renal en Roatán”, confiesa. Y añade: “Ese día, podré dormir en paz”.
La cirugía como arte, ciencia y humanidad

David está convencido de que ser cirujano no es solo operar, sino entender la magnitud del acto médico. “Cada herida que hacemos es una responsabilidad enorme”, afirma. Para él, ser médico no es un título para inflar el ego, sino un llamado a servir con empatía y humanidad. “No es lo mismo tenerle lástima a un paciente que tenerle empatía”, recalca, un consejo que transmite a todos los que forman parte de su equipo.
En la actualidad, apuesta por tecnologías modernas como la cirugía laparoscópica, que reduce el tiempo de recuperación del paciente y permite un retorno más rápido a su vida cotidiana. Aunque el país aún no cuenta con sistemas de cirugía robótica como el Da Vinci, su mirada está puesta en lo que viene y en cómo acercarlo a Roatán.
Vida personal: raíces fuertes, corazón lleno

Hijo de una familia luchadora, nieto de abuelos trabajadores y sabios —uno con raíces en Santa Bárbara y otro forjado en las bananeras del país—, David se describe como alguien moldeado con valores fuertes y una ética de trabajo inquebrantable.
Padre de tres hijos (de 12, 7 y 6 años respectivamente), amante del cine y la guitarra, su refugio es su hogar: “El estrés se me va cuando abrazo a mis hijos y veo a mi mamá”.
Su rutina diaria inicia a las 6 de la mañana y termina entrada la noche, entre consultas, cirugías y gestiones administrativas. Pero el impulso no cesa: “El mayor reto es tener los pies en la tierra. Nunca olvidar de dónde venimos ni para quién trabajamos”.
Un legado que aun se escribe

Convertirse en el primer cirujano nacido en Roatán no es un logro menor. Es, como él mismo dice, “una responsabilidad y un legado que hay que dejar en alto”. Para David, esta es apenas la primera página de una historia que quiere heredar, no solo a sus hijos, sino también a la comunidad médica de la isla y del país.
A los jóvenes que hoy sueñan con la medicina les diría: “Piensen bien las cosas. No somos más por ser médicos, somos más cuando servimos con humildad y convicción”.
Desde Caribella celebramos al Dr. David Williams no solo por su excelencia médica, sino por su ejemplo de compromiso, integridad y amor por Roatán. Porque cuando un hijo de la isla vuelve para servir, el corazón de la comunidad late más fuerte.
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